SALAMAT DATANG

domingo, 16 de junio de 2013

La Iglesia y sus ganancias

"No perdamos la fe, necesitan nuestro dinero"

Dieron las seis de la mañana y el ruido de la llovizna se escuchaba a través de las ventanas de mi sombría alcoba. Estire mis brazos para silenciar las alarmas que en conjunto me despertaron del sueño, el reloj y el celular. Cerré mis ojos y active nuevamente la alarma, esta vez, desperté a las ocho de la mañana, tiempo exacto para reanimar mi mente dormida y mi cuerpo amodorrado.
Tomé una ducha con agua caliente, después de acicalarme con un vestido, sobresaliente por el origen, me dispuse a cepillar mi cabello y a cubrir un poco las ojeras resultantes de los desvelos escolares. Salí de mi casa acompañada de un hombre que funge como taxista, en menos de veinte minutos llegué a mi destino, en donde estaba mi hermano esperando en su chatarra de vehículo, subí y sentía que los pocos pedazos de vidrio podrían romperse con tan sólo pasar un tope a velocidad alta.
Llegamos al Cerro del Tepeyac, donde estarían en espera de la presencia de mi hermano. Corriendo entre cristianos, vendedores y demás, llegamos a tiempo. La primera molestia fue caminar con tacones en el suelo mojado. La segunda inconformidad fue cuando me notificaron que no podría pasar al bautisterio, sólo dan acceso a tres personas. Con cara larga y molesta me resigne a sentarme en la Basílica Antigua.
Cuando entre a la Basílica, una señora de edad avanzada muy amablemente me entregó un sobre que decía “gracias porque con tu donativo ayudas a restaurar mi templo” y dentro venía una hoja pequeña donde podía escribirse las intenciones de una misa comunitaria, más abajito solicitaban la fecha y la cantidad de tu donativo, la señora me indico donde estaba el contenedor de estos sobres y fui a tomar asiento.
Decidí dejar el sobre en la banca y camine hacia la puerta principal, lo primero que observe fue el muestrario de folletos que claramente, en grande y con rojo decía “estos folletos no se regalan”, un cuidador me indico por donde era la salida. Antes de salir, hay una tienda donde se puede adquirir imágenes y cualquier tipo de accesorio religioso. Me sorprendí al ver una lámpara o algo parecido con un costo de $950.00.
Camine de nuevo al bautisterio a esperar. A lado se encontraba la oficina parroquial, un cartel informativo sencillo detallaba los requisitos y las modalidades para bautizos comunitarios. Entonces pensé –no me he equivocado, la Iglesia es sin duda alguna una Institución–, una institución teóricamente social que tiene su origen en las necesidades universales de los hombres.
El pensamiento de Marx en relación a que la religión evita que las personas se esfuercen por encontrar soluciones a los problemas sociales y que el hombre puede ser dominado política, económica y socialmente, vino a mi mente cuando tuve en mis manos ese sobre que ayudaría a la restauración del templo. Consideré en dejar algunas monedas, pero pensé –si no entrego dinero, ¿no soy digna de una petición?–.
Así que seguí esperando. Después de casi dos horas de una tediosa espera, nos dispusimos a salir de ahí. En el andar de regreso a la chatarra automovilística, observé que todo era negocio: desde un llavero hasta cuadros de más de dos metros, toda imagen religiosa tenía un precio, no era necesario preguntar.


Guardé mi hermosa y frágil cámara en mi mochila. Y en el trayecto largo de esquivar topes, carros y peregrinos, me cuestionaba –¿qué tan importante es diferenciar la religión de la Institución Católica, mejor conocida como Iglesia? –, es decir, ¿las oraciones y plegarias dependen de un par de monedas o en que se sustentan?



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